Mata a los dos que asaltaron su casa, al abogado de uno de ellos, a la jueza, a la rubita compañera del fiscal del distrito, al compañero de éste y a no sé cuánta gente más por el camino que estaba involucrada en el sistema judicial corrupto, etc.
Gerald Butler, mientras estaba en la cárcel, entraba y salía de ella a placer por una serie de túneles que él mismo había creado. Al final, cuando intenta poner una bomba en el Ayuntamiento, el fiscal y un policía la mueven, se la plantan debajo de la cama y... bum.
Tras ver esta película, Nimiedades concluye: Hay que ver las pelis de Butler sólo porque ahí sale su cuerpo y punto.
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