De Facebook o cotilleo 2.0

Me juré a mí misma que nunca jamás en la vida usaría la expresión (o lo que sea) 2.0, pero también me he jurado a mí misma que en la vida volvería a tomar más de tres gintonics seguidos y aquí estamos...

Me he dejado abducir por Facebook. Entendedme, tengo alma de cotilla y Facebook me hace feliz. Me importa una mierda qué torero se casa con quién, qué modelito llevaba fulana de tal en aquel estreno y si la actriz de moda se ha olvidado de ponerse bragas y de hacerse la cera. No veo programas de corazón, no leo revistas de corazón ni siquiera en la peluquería porque me importa una mierda lo que haga con su vida gente que no conozco y no me interesa. Pero... ¡amigo! ¡Enterarte de que la más zorra de tu clase se ha casado preñá a los diecinueve con el más Yónatan de tu clase y que ahora tienen tres churumbeles mola! ¡Ver que el chico que más te gustaba del instituto y que pasaba de ti como de la mierda porque tenías granos y gafas ahora está gordo, calvo y feo ES DE LO MEJOR QUE TE PUEDE PASAR EN LA VIDA! Y no sólo si eres una asocial resentida como yo, qué va. Se trata de un asunto de justicia cósmica, del karma y esas cosas. Jódete, Iván, mamón. Es una putada no poder cotillear con detalle los perfiles de la gente si previamente no los has agregado como amigos, pero con la foto del perfil me es suficiente para echarme unas risas y para saciar mi sed de maruja.

¡A quién puede interesarle la vida de la Pantoja pudiendo tener información privilegiada y de primera mano de tus rolletes del instituto/carrera a los que hace años que perdiste la pista!